El abundante almacén de plantas y animales de la naturaleza nos ha provisto de una gran variedad de tesoros biológicos que sólo esperan ser convertidos en nutrientes y medicinas. Pero los hombres de ciencia apenas han rascado la superficie en sus esfuerzos por descubrir los ingredientes preservadores de la vida contenidos en la flora y la fauna terrestres. Por ejemplo, hay miles de plantas y animales que no han sido identificados aún en las regiones más remotas de las selvas tropicales del Amazonas, ni ha sido examinado su potencial para el bien.Hasta hace poco el estudio de las plantas medicinales y de interés nutricional se hallaba en decadencia, puesto que las compañías farmacéuticas que habían trabajado con tanto empeño con el fin de aislar de ellas las vitaminas y otras sustancias, desde la década de 1920 hasta los años 50, volcaron sus energías en la producción sintética de estos elementos. La razón de hacerlo así era obvia: las sustancias sintéticas podían patentarse y producir enormes fortunas para las compañías. Actualmente, de los ocho mil millones de dólares anuales que se gastan en medicamentos recetados en los Estados Unidos de Norteamérica, sólo el 22% corresponde a productos derivados del reino vegetal.Una de las plantas que han despertado interés entre los investigadores por sus posibilidades de contribuir al campo de la salud es la Chlorella. Se cree que esta alga unicelular de agua dulce es una de las formas de vida más primitiva. Tanto ella como otras especies de algas verdes son esenciales para la vida por su participación en el proceso de la fotosíntesis, ya que éste es responsable de extraer el bióxido de carbono -un gas venenoso- de la atmósfera y liberar las enormes cantidades de oxígeno que se requieren para el sostenimiento de la vida. (El oxígeno que respiramos y que provee la materia prima para la capa de ozono "sin la cual no sería posible la vida sobre la Tierra -de la Ferrière" viene principalmente de las algas. Por eso, su consumo, al multiplicarse, multiplica la siembra y mejora las condiciones de la atmósfera terrestre).La Chlorella, de un tamaño aproximado al de un corpúsculo rojo de la sangre, fue descubierta en 1890 por M. W. Beijernick, un sabio holandés especialista en microbiología que la estudió examinando el agua de una laguna, valiéndose de un microscopio. Su fascinación por el color verde oscuro de la laguna lo llevó al descubrimiento de la Chlorella, alga rica en pigmentos verdes de clorofila. (La pequeña célula verde. Aunque de apariencia muy sencilla, cada célula de Chlorella es un individuo completo provisto de una estructura bien definida. Su núcleo de gran tamaño (N) está contenido dentro de la envoltura nuclear (EN), fuera de la cual se encuentran los cloroplastos (C) y mitocondrios (M)).Su nombre se deriva de la voz griega chlorós, que significa "verde amarilloso", sumado a la terminación latina de diminutivo ella. Una planta (alga) de Chlorella tiene un diámetro de sólo 5 micrones, pero es una planta unicelular bien definida, con un núcleo y todo un complemento de sustancias nutritivas y promotores de salud.Algunas especulaciones sugieren que la Chlorella podría ser el primer eslabón en la cadena alimentarla: como la primera planta unicelular provista de un núcleo definido dentro de su membrana celular. Si en realidad fuera la primera planta verde de la Tierra, las demás formas de vida no habrían podido evolucionar sin ella.Algunos creen que durante la época más remota de la Tierra la atmósfera habría estado compuesta por gases letales, del tipo del amoníaco, el metano y el bióxido de carbono. Esta teoría sostiene que las plantas verdes, como la Chlorella, habrían desempeñado el papel de transformar ese medio letal en un ambiente capaz de sostener la vida de plantas y animales.La Chlorella es una planta tan pequeña que no se la puede ver sin a ayuda de un microscopio: mide sólo 6 milésimas de milímetro a lo ancho. Sin embargo se reproduce con suma rapidez. Cada alga se puede subdividir en cuatro nuevas células cada 16 a 20 horas. A esa velocidad, se calcula que en sólo 63 días una sola célula sería capaz de generar suficiente Chlorella como para igualar el volumen de la tierra. Afortunadamente existen elementos naturales que limitan su proliferación. Para reproducirse necesita una gran cantidad de luz solar, y cuando la producción se vuelve excesiva para el espacio disponible, su capacidad reproductora disminuye automáticamente Gracias a su rápido índice de crecimiento y al espacio relativamente pequeño que necesita para desarrollarse, además de su abundante contenido nutricional, la Chlorella ofrece a los investigadores un gran potencial para el mejoramiento de la salud.
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