sábado, 21 de abril de 2007

México

México es el único de los países de América Latina que tiene mares de aguas templadas, subtropicales y tropicales. Ningún otro país de la región tiene tal diversidad en su medio ambiente marino. Los métodos utilizados actualmente para cultivar Kappaphycus alvarezii y otras algas marinas similares que contienen carragenina se idearon hace 30 años en el sur de Filipinas y, aunque requieren una inversión de capital muy reducida, necesitan mucha mano de obra, tienen una rentabilidad escasa y sólo pueden resultar atractivos en zonas relativamente pobres en las que no existen otras actividades comerciales lucrativas. En muchas zonas de América Latina, incluido México, se necesitan técnicas de cultivo más productivas. No se han hecho progresos en esta esfera porque muchos estudiosos consideran que esta labor tiene unos fines demasiado prácticos y la mayoría de los organismos que financian la investigación científica no apoyan proyectos de desarrollo. Existen posibilidades para una actuación de la FAO a este respecto.
Hasta la fecha, toda la industria de las algas marinas en México se ha circunscrito a la Baja California; hay noticias sobre la producción de Macrocystis para su venta a productores de alginato de los Estados Unidos de América y de Gelidium para la extracción local de agar. También se ha señalado la explotación de Gracilaria en el Pacífico y el Golfo de California para la producción de agar, pero hacen falta encuestas para cuantificar el volumen disponible.
Podrían realizarse también encuestas más exhaustivas sobre las algas marinas autóctonas que contienen carragenina, pero si su presencia es insuficiente para la producción comercial, podría intentarse su cultivo en la zona de la península de Yucatán. Sin embargo, se necesitaría una producción de 200 toneladas anuales de peso en seco como mínimo, y el establecimiento de granjas para producir esa cantidad requeriría varios cientos de miles de dólares y un plan cuadrienal, por lo que debería haber una aportación comercial en caso de que el cultivo experimental diera resultados satisfactorios. El mejor sistema sería una combinación de fondos del sector privado y de ayuda para un proyecto piloto, de manera que hubiera cierto apoyo del sector privado desde el comienzo. En México existe esta posibilidad. Sin embargo, las principales especies autóctonas no figuran en la lista muy reducida de algas que la Administración de los Estados Unidos de Alimentos y Medicamentos (USFDA) autoriza como materia prima para la extracción de carragenina, lo que limita el mercado de cualquier producción. Esto ha inducido a realizar trabajos relacionados con el cultivo de Chondrus crispus, aprobado por dicho Organismo, y los estudios iniciales han dado resultados prometedores.
Los medios universitarios y el sector privado de América Latina han tendido a considerar la industria de los ficocoloides como la industria de las algas marinas. Aunque esto no es necesariamente negativo, ha hecho que se desdeñaran otras posibilidades. México ha propuesto otras opciones para sí y para otros países de América Latina. Se trata del cultivo de especies comestibles, la utilización de las algas marinas como biofiltros (propuesta señalada anteriormente cuando se examinó la situación en China y Ecuador) y la utilización de las algas marinas como pienso para orejas y erizos de mar.
El cultivo de especies comestibles, como por ejemplo Undaria, Laminaria y Porphyra, produciría resultados financieros mucho más atractivos que cualquier cultivo de algas marinas para obtener ficocoloides. México tiene aguas apropiadas para ese cultivo; se conocen especies locales de Porphyra, pero sería necesario introducir Undaria y Laminaria. Existe un consumo muy antiguo de algas marinas autóctonas en algunas comunidades costeras de México, y también de Belice, Honduras y Panamá. Se trata por lo general de especies que contienen agar o carragenina, que se hierven en agua a la que se han añadido diferentes especias para preparar una bebida que se suele servir fría. También se preparan budines y gachas aumentando la cantidad de algas durante la cocción. Sin embargo, los usos de las especies antes mencionadas (Undaria etc.), serían muy diferentes, ya que se consumirían más al estilo japonés y chino. Ha habido al menos una petición oficial para introducir algunas de estas especies en México (y existen propuestas similares para Chile y Argentina).
Las algas marinas son un biofiltro, como se indicó anteriormente al estudiar la situación en China (4.3.2). También se informó sobre el cultivo de Gracilaria en estanques para camarones en Ecuador (4.4.5). La idea de integrar las algas marinas en la acuicultura, a fin de reducir los efectos de las aguas residuales y generar valor añadido con la venta de dichas algas, ha cobrado impulso. En Chile se han hecho pruebas para combinar Gracilaria con salmones y platijas, en los Estados Unidos de América se ha cultivado Porphyra juntamente con peces, y en Israel se ha cultivado Ulva (un alga verde denominada a menudo lechuga de mar) con orejas de mar. México ha realizado algunas evaluaciones sobre la capacidad de Gracilaria como biofiltro en el cultivo del camarón.
Se está estudiando la posibilidad de utilizar especies locales de Porphyra y Gracilaria como pienso para orejas o erizos de mar. Las granjas de orejas de mar dependen de las praderas de algas marinas para obtener pienso, pero estas praderas han resultado ser poco fiables por la variedad de su calidad nutricional y por la disminución del volumen disponible debido a los efectos de El Niño. Los piensos artificiales pueden producir olores desagradables, así como problemas sanitarios. El cultivo integrado de algas marinas permite obtener piensos y biofiltros y mejorar al mismo tiempo la calidad del agua. Sin embargo, una granjas de orejas de mar plenamente desarrollada puede requerir hasta 15 toneladas diarias de algas frescas por lo que las algas elegidas deben ser fáciles de cultivar y tener buenas cualidades nutricionales.

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